miércoles, 31 de marzo de 2010

Metafísica. Aristóteles. 1.3-4

No es posible colocar a Hipón entre los primeros filósofos, a causa de lo vago de su pensamiento. Anaxímenes y Diógenes dijeron, que el aire es anterior al agua, y que es el primer principio de los cuerpos simples. Hipaso de Metaponte y Heráclito de Éfeso, reconocen como primer principio el fuego. Empédocles admite cuatro elementos, añadiendo la tierra a los tres que quedan nombrados. Estos elementos subsisten siempre, y no se hacen o devienen; sólo que siendo, ya más, ya menos, se mezclan y se desunen, se agregan y se separan.

Anaxágoras de Clazomenes, primogénito que Empédocles, no logró exponer un sistema tan recomendable. Pretende que el número de los principios es infinito. Casi todas las cosas formadas de partes semejantes, no están sujetas, como se ve en el agua y el fuego, a otra producción ni a otra destrucción que la agregación o la separación; en otros términos, no nacen ni perecen, sino que subsisten eternamente.

Por lo que precede se ve, que todos estos filósofos han tomado por punto de partida la materia, considerándola como causa única.


LIBRO I. Capítulo 3


Sin embargo, recurrir a un elemento único dejaba sin explicación la variedad y el cambio cualitativo, aspectos del mundo que no parecen compatibles con la mera adición y yuxtaposición de partes homogéneas, si todo es lo mismo y se va siempre de lo mismo a lo mismo. Por eso Empédocles toma la variedad como algo primitivo, cuatro elementos, no como algo que pueda resultar de un solo elemento homogéneo. Heráclito, por su parte, intenta encontrar en el fuego un elemento en cambio constante; y Anaxágoras propone que todo se compone de partes cualitativamente diferentes, de modo que todo es cualitativamente diverso porque es mezcla de partes heterogéneas.

Pero, para Aristóteles, es claro que con esos presupuestos no se describe ni se explica la Naturaleza, que es un conjunto de cosas que aparecen y desaparecen y son cualitativamente diferentes.


Libro I

martes, 30 de marzo de 2010

Metafísica. Aristóteles. 1.3-3

Tales, fundador de esta filosofía, considera el agua como primer principio. Por esto llega hasta pretender, que la tierra descansa en el agua; y se vio probablemente conducido a esta idea, porque observaba que la humedad alimenta todas las cosas, que lo caliente mismo procede de ella, y que todo animal vive de la humedad; y aquello de donde viene todo, es claro, que es el principio de todas las cosas. Otra observación le condujo también a esta opinión. Las semillas de todas las cosas son húmedas por naturaleza; y el agua es el principio de las cosas húmedas.

Algunos creen, que los hombres de los más remotos tiempos, y con ellos los primeros teólogos muy anteriores a nuestra época, se figuraron la naturaleza de la misma manera que Tales. Han presentado como autores del universo el Océano y a Tetis, y los dioses según ellos, juran por el agua, por esa agua que los poetas llaman el Stigio. Porque lo más antiguo que existe es igualmente lo que hay de más sagrado; y lo más sagrado que hay es el juramento. ¿Hay en esta antigua opinión una explicación de la naturaleza? No es cosa que se vea claramente. Tal fue, sin embargo, por lo que se dice, la doctrina de Tales sobre la primera causa.

LIBRO I. Capítulo 3


Hay una posible influencia de los mitos antiguos, con el agua como uno de los "personajes" de los relatos babilónicos. Pero es más interesante que los primeros naturalistas tuvieran en cuenta la necesidad del agua que cita Aristóteles, es decir, que basaran sus explicaciones en elementos conocidos por experiencia, aunque lo expresaran en un lenguaje similar al de los mitos.



Libro I

lunes, 29 de marzo de 2010

Metafísica. Aristóteles. 1.3-2

La mayor parte de los primeros que filosofaron, no consideraron los principios de todas las cosas, sino bajo el punto de vista de la materia. Aquello de donde salen todos los seres, de donde proviene todo lo que se produce, y adonde va a parar toda destrucción, persistiendo la sustancia la misma bajo sus diversas modificaciones, he aquí, según ellos, el elemento, he aquí el principio de los seres. Y así creen, que nada nace ni perece verdaderamente, puesto que esta naturaleza primera subsiste siempre; a la manera que no decimos que Sócrates nace realmente, cuando se hace hermoso o músico, ni que perece, cuando pierde estos modos de ser, puesto que el sujeto de las modificaciones, Sócrates mismo, persiste en su existencia, sin que podamos servirnos de estas expresiones respecto a ninguno de los demás seres. Porque es indispensable que haya una naturaleza primera, sea única, sea múltiple, la cual, subsistiendo siempre, produzca todas las demás cosas. Por lo que hace al número y al carácter propio de los elementos, estos filósofos no están de acuerdo.

LIBRO I. Capítulo 3


Todo conocimiento del mundo lo conceptuamos y expresamos de forma intuitiva como atributos y predicados de un sujeto, algo que califica o que transforma una cosa. Es una forma de estructurar la idea de la permanencia y el cambio, denotando la permanencia como el sujeto y sus cualidades, y el cambio como predicados que relacionan cualidades diferentes del mismo sujeto. Así es razonable que los primeros filósofos en sus intentos se preguntaran por los cambios y la permanencia, por las formas en que aparece, se transforma o desaparece un sujeto. La experiencia y las distintas artes -conservando el lenguaje de Aristóteles- se preguntarían por los cambios de la cama o de la estatua, de la madera o el bronce, del árbol o del mineral, pero los que estudiaban la naturaleza buscaban unos principios generales y, del mismo modo que conocían que la cama o la silla se hacen de madera, se preguntaron sobre de qué se hacía la madera y todos los objetos que conocemos y nombramos, y de qué cambios afectaban a esa realidad.

Las respuestas fueron variadas: agua, aire, pero con esa característica común que apunta Aristóteles: "Y así creen, que nada nace ni perece verdaderamente, puesto que esta naturaleza primera subsiste siempre". Tiene el aspecto de una interpretación moderna, más si tenemos en cuenta las que le siguieron. Pero no pareció suficiente a sus críticos, como Aristóteles explica.



Libro I

domingo, 28 de marzo de 2010

Metafísica. Aristóteles. 1.3-1

Evidentemente es preciso adquirir la ciencia de las causas primeras, puesto que decimos que se sabe, cuando creemos que se conoce la causa primera. Se distinguen cuatro causas. La primera es la esencia, la forma propia de cada cosa, porque lo que hace que una cosa sea, está toda entera en la noción de aquello que ella es; la razón de ser primera, es, por tanto, una causa y un principio. La segunda es la materia, el sujeto; la tercera el principio del movimiento; la cuarta, que corresponde a la precedente, es la causa final de las cosas, el bien, porque el bien es el fin de toda producción.

Estos principios han sido suficientemente explicados en la Física. Recordemos, sin embargo, aquí las opiniones de aquellos que antes que nosotros se han dedicado al estudio del ser, y han filosofado sobre la verdad; y que por otra parte han discurrido también sobre ciertos principios y ciertas causas. Esta revista será un preliminar útil a la indagación que nos ocupa. En efecto, o descubriremos alguna otra especie de causas, o tendremos mayor confianza en las causas que acabamos de enumerar.

LIBRO I. Capítulo 3


La filosofía aristotélica ha ocupado un papel central en la cultura europea y universal, respondía en su momento a las preguntas de los filósofos anteriores y a varios condicionantes de la manera de conocer el mundo y ha sido uno de los polos que ha atraído el pensamiento de los filósofos posteriores o contra el que éstos han debido reaccionar. En cualquier caso, ha sido un inspirador, opositor o interlocutor enérgico.

Así, su división de las cuatro causas del ser y del cambio ha tenido esos aspectos: fue resultado de una manera intuitiva de observar la realidad aplicando modelos aparentemente válidos, se enfrentó a las preguntas y soluciones de los anteriores filósofos y condicionó el desarrollo de la filosofía de raíz griega, tanto el de la cultura greco-romana como el de la judía, cristiana y musulmana, que entraron en interacción con ella y fueron sus sucesoras. También, por oposición, el de la ciencia moderna, que hubo de superar el estancamiento del modelo filosófico escolástico basado en el aristotelismo y en el monopolio ideológico de la Iglesia.

El modelo intuitivo es obvio y responde a cuatro preguntas básicas de cualquiera que desea conocer algo: qué es, de qué está hecho, qué o quién lo ha hecho y para qué ha sido hecho. Los filósofos anteriores respondían parcialmente a preguntas de este esquema pero la insuficiencia de sus respuestas se debía a que lo asumían de un modo implícito o se enfrentaban a él sin explicar lo que faltaba o era inapropiado. Así vemos cómo en este capítulo Aristóteles critica las ideas de sus predecesores por su falta de adecuación a ese modelo, extrapolado a toda la Naturaleza y que se ve con claridad en ejemplos que aparecerán posteriormente: una cama de madera o una estatua de bronce.

La pregunta sobre qué es, qué propiedades decimos que tiene y qué nombre le damos es obvia cuando las respuestas son la cama o la estatua. Preguntamos por una definición o un nombre como resumen de una serie de propiedades estructurales y no acerca del material. Así la cama es un mueble de una determinada estructura que se puede describir y diferenciar de la de una silla o un utensilio que también sean de madera o de bronce. La pregunta sobre de qué está hecho no es acerca de la estructura sino de cualidades perceptibles como su color, peso, dureza, maleabilidad. Así, la cama o la estatua pueden ser de madera o de bronce. Las preguntas tratan también del aspecto de cómo ha llegado a ser lo que es, pues en la fabricación se parte de un material para darle una estructura determinada entre muchas posibles.

Pero donde mejor se aprecia el esquema intuitivo que aplica Aristóteles es en las otras dos causas sobre las que se pregunta: qué o quién hizo que tal cosa adquiriera la forma que tiene y con qué fin. La idea básica es que la cama no es un resultado de la madera ni del árbol sino de la forma que le da el arte del carpintero, o que el bronce no da forma a la estatua. La madera forma parte del desarrollo natural del árbol, pero de ese desarrollo no cabe esperar una cama sin la acción y el diseño del carpintero. También la madera da parte de las propiedades a la cama de madera, como que pueda arder, a diferencia de una cama de bronce, pero no le da su estructura. Por otra parte, el carpintero con su arte puede obtener una cama o una silla de la madera. Luego algo del carpintero, lo que denominamos el fin, produce una cama mediante su acción dando esa estructura a la madera.



Libro I

sábado, 27 de marzo de 2010

Metafísica. Aristóteles. 1.2-4

El fin que nos proponemos en nuestra empresa, debe ser una admiración contraria, si puedo decirlo así, a la que provocan las primeras indagaciones en toda ciencia. En efecto, las ciencias, como ya hemos observado, tienen siempre su origen en la admiración o asombro que inspira el estado de las cosas; como, por ejemplo, por lo que hace a las maravillas que de suyo se presentan a nuestros ojos, el asombro que inspiran las revoluciones del Sol o lo inconmensurable de la relación del diámetro con la circunferencia a los que no han examinado aún la causa. Es cosa que sorprende a todos que una cantidad no pueda ser medida ni aun por una medida pequeñísima. Pues bien, nosotros necesitamos participar de una admiración contraria: lo mejor está al fin, como dice el proverbio. A este mejor, en los objetos de que se trata, se llega por el conocimiento, porque nada causaría más asombro a un geómetra que el ver que la relación del diámetro con la circunferencia se hacía conmensurable.

Ya hemos dicho cuál es la naturaleza de la ciencia que investigamos, el fin de nuestro estudio y de todo este tratado.

LIBRO I. Capítulo 2


La admiración que provocan los hechos excepcionales es la que lleva a las primeras investigaciones. Un hecho excepcional o una serie de hechos de este tipo producen asombro en quien ve que exceden su capacidad de explicación, pero la admiración puede quedar satisfecha sólo con que se tome nota de lo que sucede y sin que se llegue a saber su causa. Por el contrario, la admiración que lleva a la filosofía, a la ciencia de los primeros principios, es la que producen las leyes naturales, las causas que explican los hechos que encontramos entre las cosas individuales. Cuando se conoce que hay algunos principios que explican lo demás y no se toman como todo lo que se puede saber sino que su existencia produce asombro, la inteligencia trata de buscar principios generales que los expliquen sin conformarse con el mero recuento de sucesos. Por eso, la filosofía aspira al conocimiento de los principios de todo y no sólo a la acumulación de registros de los hechos.

La traducción de García Yebra, siguiendo la de Ross, dice:

Mas es preciso, en cierto modo, que su adquisición se convierta para nosotros en lo contrario de las indagaciones iniciales. Pues todos comienzan, según hemos dicho, admirándose de que las cosas sean así, como les sucede con los autómatas de los ilusionistas [a los que aún no han visto la causa], o con los solsticios o con la inconmensurabilidad de la diagonal (pues a todos les parece admirable que algo no sea medido por la unidad mínima). Pero es preciso terminar en lo contrario y mejor, según el proverbio, como sucede en los casos mencionados, después que se ha aprendido: pues de nada se admiraría tanto un geómetra como de que la diagonal llegara a ser conmensurable.


Yet the acquisition of it must in a sense end in something which is the opposite of our original inquiries. For all men begin, as we said, by wondering that things are as they are, as they do about self-moving marionettes, or about the solstices or the incommensurability of the diagonal of a square with the side; for it seems wonderful to all who have not yet seen the reason, that there is a thing which cannot be measured even by the smallest unit. But we must end in the contrary and, according to the proverb, the better state, as is the case in these instances too when men learn the cause; for there is nothing which would surprise a geometer so much as if the diagonal turned out to be commensurable.


es más fiel y se refiere a la inconmensurabilidad de la diagonal del cuadrado con respecto al lado (ἢ τὴν τῆς διαμέτρου ἀσυμμετρίαν), es decir, la irracionalidad de √2 y no a la de π, no demostrada por los griegos.



Libro I

viernes, 26 de marzo de 2010

Metafísica. Aristóteles. 1.2-3

Así como llamamos hombre libre al que se pertenece a sí mismo y no tiene dueño, en igual forma esta ciencia es la única entre todas las ciencias que puede llevar el nombre de libre. Sólo ella efectivamente depende de sí misma. Y así con razón debe mirarse como cosa sobrehumana la posesión de esta ciencia. Porque la naturaleza del hombre es esclava en tantos respectos, que sólo Dios, hablando como Simónides, debería disfrutar de este precioso privilegio. Sin embargo, es indigno del hombre no ir en busca de una ciencia a que puede aspirar. Si los poetas tienen razón diciendo que la divinidad es capaz de envidia, con ocasión de la filosofía podría aparecer principalmente esta envidia, y todos los que se elevan por el pensamiento deberían ser desgraciados. Pero no es posible que la divinidad sea envidiosa, y los poetas, como dice el proverbio, mienten muchas veces.

Por último; no hay ciencia más digna de estimación que ésta; porque debe estimarse más la más divina, y ésta lo es en un doble concepto. En efecto, una ciencia que es principalmente patrimonio de Dios, y que trata de las cosas divinas, es divina entre todas las ciencias. Pues bien, sólo la filosofía tiene este doble carácter. Dios pasa por ser la causa y el principio de todas las cosas, y Dios sólo, o principalmente al menos, puede poseer una ciencia semejante. Todas las demás ciencias tienen, es cierto, más relación con nuestras necesidades que la filosofía, pero ninguna la supera.

LIBRO I. Capítulo 2


La filosofía, según ha quedado caracterizada por Aristóteles, es la ciencia que demuestra los principios de todas las demás ciencias y artes y, por tanto, no depende de ninguna otra. Hay que tener en cuenta que está hablando del proceso de demostración y no del de descubrimiento o verificación de los principios y que es en este sentido en el que todas las ciencias y artes, junto con la experiencia, pueden ser explicados por la filosofía o ciencia de los primeros principios y dependen de ella.

Por otra parte, la ciencia de los primeros principios es vista como la que constituye el principio de todo, ya que parece entenderse que los primeros principios y causas son análogos a una inteligencia que ordena y dispone lo que sucede. Además, esta idea refleja el ambiente social, pues el que conoce la ciencia y las razones ordena y dirige la sociedad y a los que trabajan, o bien se considera que los dirigentes deben aspirar al conocimiento de los primeros principios como ciencia del hombre libre que ordena a todos los demás, no meramente a mandar de manera ignorante.



Libro I

jueves, 25 de marzo de 2010

Metafísica. Aristóteles. 1.2-2

De todo lo que acabamos de decir sobre la ciencia misma, resulta la definición de la filosofía que buscamos. Es imprescindible que sea la ciencia teórica de los primeros principios y de las primeras causas, porque una de las causas es el bien, la razón final. Y que no es una ciencia práctica, lo prueba el ejemplo de los primeros que han filosofado. Lo que en un principio movió a los hombres a hacer las primeras indagaciones filosóficas fue, como lo es hoy, la admiración. Entre los objetos que admiraban y de que no podían darse razón, se aplicaron primero a los que estaban a su alcance; después, avanzando paso a paso, quisieron explicar los más grandes fenómenos; por ejemplo, las diversas fases de la luna, el curso del sol y de los astros, y, por último, la formación del universo. Ir en busca de una explicación y admirarse, es reconocer que se ignora. Y así, puede decirse, que el amigo de la ciencia lo es en cierta manera de los mitos, porque el asunto de los mitos es lo maravilloso. Por consiguiente, si los primeros filósofos filosofaron para librarse de la ignorancia, es evidente que se consagraron a la ciencia para saber, y no por miras de utilidad. El hecho mismo lo prueba, puesto que casi todas las artes que tienen relación con las necesidades, con el bienestar y con los placeres de la vida, eran ya conocidas cuando se comenzaron las indagaciones y las explicaciones de este género. Es por tanto evidente, que ningún interés extraño nos mueve a hacer el estudio de la filosofía.


LIBRO I. Capítulo 2


Como hemos visto en el apartado anterior, supuesto que hay regularidades hay una ciencia de sus causas y principios y una ciencia de las primeras causas y los primeros principios. Y a esta ciencia es a la que se denomina filosofía. Se trata, por tanto, de una ciencia teórica pues trata de esos principios y no de los resultados y busca cuál es el principio que explica tal cosa y no la realización de tal cosa. Pero, al caracterizarla como teórica y no práctica, acierta y yerra. Acierta en que la validez de una teoría es independiente de que sea aplicable a los intereses y necesidades humanas; pero yerra al disociar la labor investigadora de la experimentación, de la tecnología y del progreso. Tratamos de conocer los principios de lo que nos concierne, que es lo particular, y lo que no explica lo particular no es siguiera un principio ni una causa. Así que alejarse de la práctica lleva a ignorar una inmensidad de hechos consecuencia de los principios y a ignorar los mismos principios, que sólo podemos conocer en lo particular y por medio de lo particular. Se muestra el influjo de su época. Quizá la convicción con que dice que las artes ya estaban inventadas cuando se comenzó a investigar de modo teórico explique el contexto. O bien, que la filosofía era algo propio de personas que no debían trabajar para vivir.

Sin embargo, muestra un aspecto fundamental de la ciencia, de la investigación como actividad humana: que es el resultado de la admiración, de reconocer que se ignora.

Un mundo compuesto por hechos inconexos, un caos de sucesos igualmente probables, no tendría sitio para la ignorancia ni, por supuesto, para el conocimiento. Nada se podría esperar ni prever y, por tanto, no podría extrañar que algo fuera inesperado pues todo lo sería. Dejemos aparte que el ser que conoce debe tener al menos alguna estructura, pero por el buen fin del ejemplo consideremos que el problema sólo afecta a la realidad externa al sujeto. Pero un mundo en el que conocemos algo y podemos prever algo y acertar en la previsión es un mundo al que se le puede aplicar un esquema de regularidades naturales hipotéticas. Y ese esquema revela que hay hechos irregulares, inesperados o contrarios a lo esperado. Ésa es la sensación de ignorancia.

No podemos creer que los animales noten su ignorancia acerca de lo que sucede a su alrededor pues no podemos tampoco creer que sean conscientes de que conocen mediante regularidades. Así, es frecuente ver que un perro se asusta ante algo desconocido, inesperado, como un trueno, pero el susto se olvida y todo vuelve al estado anterior, sin que el perro sienta que hay algo que podría conocer y no conoce, que quizá podría prever y no prevé. Al menos, eso parece. Y en algunos seres humanos ocurre algo similar, pues tras unos momentos de desconcierto, un hecho excepcional es asimilado a una historia o a una regularidad ficticia y pasa a la memoria pero no despierta la inquietud por no haber sido previsible ni explicable.

Por el contrario, cuando alguna persona es consciente de que conoce y prevé mediante modelos de regularidades y comprueba que algún hecho sucede al margen de una regularidad o en contra, no se limita a añadirlo a una lista sino que cuestiona la regularidad (1). Alguien se admira (2) cuando percibe que la regularidad que creía verdadera y útil para prever nuevos sucesos ha quedado afectada, que ignora si se trata de un hecho ajeno a la regularidad o si ésta es falsa o meramente aproximada. La admiración y el principio de la filosofía cesan, en cambio, cuando lo excepcional deja de ser visto como contrario a una regla y se lo asume dentro de una nueva que lo contiene como dato añadido a una lista heterogénea, sin relación determinada con lo anterior.

Cuando, al menos, se toma conciencia de que un suceso inesperado se sitúa fuera de la regla y de que su causa es desconocida, se puede desear buscar una nueva regla, unos principios y causas distintos que expliquen lo que se sabía más el hecho nuevo y todos los que sean similares. Y ése es el principio de toda ciencia y de todo avance científico: el conocimiento de unas regularidades y de hechos que no se atienen a tales regularidades, que quedan fuera del conjunto explicado provocando la admiración, la sensación de sorpresa. La actividad de la ciencia es tratar de encontrar cuáles son las regularidades que se supone que abarcan la totalidad de lo conocido, de modo que sea su consecuencia y resulte previsible a partir de esas regularidades.

Aristóteles parece suponer que en su época se conocen suficientemente los principios de las artes y que es necesario conocer los que explican a éstos, los puramente teóricos. Por ese motivo, la actividad de la filosofía no se dirige hacia los resultados prácticos sino hacia el conocimiento de los principios. Sería así la ignorancia de los principios y no la producción de resultados lo que la movería y la orientaría.



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Nota 1:

En los textos de filosofía de la ciencia se cita muchas veces el "todos los cuervos son negros", pero ha habido un suceso que desafía una regla similar: el gorila albino Copito de nieve. Es probable que muchos de los que lo vieron [img»] Gorila albino Copito de nieve fueran conscientes de su excepcionalidad al menos durante unos minutos. Pasado ese tiempo, es muy probable también que una gran mayoría asumiera que había un gorila blanco, sin conciencia de lo improbable de ese suceso en la actualidad.

(Subir 1)



Nota 2:

θαυμάζω. maravillarse, admirarse

(Subir 2)



Libro I

miércoles, 24 de marzo de 2010

Metafísica. Aristóteles. 1.2-1

Puesto que esta ciencia es el objeto de nuestras indagaciones, examinemos de qué causas y de qué principios se ocupa la filosofía como ciencia; cuestión que se aclarará mucho mejor si se examinan las diversas ideas que nos formamos del filósofo. Por de pronto concebimos al filósofo principalmente como conocedor del conjunto de las cosas, en cuanto es posible, pero sin tener la ciencia de cada una de ellas en particular. En seguida, el que puede llegar al conocimiento de las cosas arduas, aquellas a las que no se llega sino venciendo graves dificultades, ¿no le llamaremos filósofo? En efecto, conocer por los sentidos es una facultad común a todos, y un conocimiento que se adquiere sin esfuerzos no tiene nada de filosófico. Por último, el que tiene las nociones más rigurosas de las causas, y que mejor enseña estas nociones, es más filósofo que todos los demás en todas las ciencias. Y entre las ciencias, aquella que se busca por sí misma, sólo por el ansia de saber, es más filosófica que la que se estudia por sus resultados; así como la que domina a las demás es más filosófica que la que está subordinada a cualquiera otra. No, el filósofo no debe recibir leyes, y sí darlas; ni es preciso que obedezca a otro, sino que debe obedecerle el que sea menos filósofo.

Tales son, en suma, los modos que tenemos de concebir la filosofía y los filósofos. Ahora bien; el filósofo, que posee perfectamente la ciencia de lo general, tiene por necesidad la ciencia de todas las cosas, porque un hombre de tales circunstancias sabe en cierta manera todo lo que se encuentra comprendido bajo lo general. Pero puede decirse también, que es muy difícil al hombre llegar a los conocimientos más generales; como que las cosas que son objeto de ellos están mucho más lejos del alcance de los sentidos.

Entre todas las ciencias, son las más rigurosas las que son más ciencias de principios; las que recaen sobre un pequeño número de principios son más rigurosas que aquellas cuyo objeto es múltiple; la aritmética, por ejemplo, es más rigurosa que la geometría. La ciencia que estudia las causas es la que puede enseñar mejor; porque los que explican las causas de cada cosa son los que verdaderamente enseñan. Por último, conocer y saber con el solo objeto de saber y conocer, tal es por excelencia el carácter de la ciencia de lo más científico que existe. El que quiera estudiar una ciencia por sí misma, escogerá entre todas la que sea más ciencia, puesto que esta ciencia es la ciencia de lo que hay de más científico. Lo más científico que existe lo constituyen los principios y las causas. Por su medio conocemos las demás cosas, y no conocemos aquéllos por las demás cosas. Porque la ciencia soberana, la ciencia superior a toda ciencia subordinada, es aquella que conoce el por qué debe hacerse cada cosa. Y este por qué es el bien de cada ser, que, tomado en general, es lo mejor en todo el conjunto de los seres.

LIBRO I. Capítulo 2


Se comienza asumiendo lo visto al final del capítulo anterior de que la filosofía trata de ciertas causas y principios y, para decir cuáles son, se analiza el concepto común de filósofo, que es el de aquel que practica la filosofía y trata de conocer esos principios y causas. Y, analizado el concepto, tendremos lo que caracteriza a la actividad que practica aquel al que se le atribuye tal concepto.

Si se dice que el filósofo es "conocedor del conjunto de las cosas, en cuanto es posible", la filosofía consistirá en el conocimiento posible de los principios y causas del conjunto de las cosas. Se asume, por lo tanto, que el conjunto de las cosas tiene un conjunto de principios y causas comunes o, más específicamente, que el conocimiento más perfecto de todas las cosas consiste en el conocimiento de sus principios y causas comunes. Es evidente que si todas las cosas fueran ajenas unas a otras y no tuvieran nada en común después de que fueran investigadas, sería imposible que se conocieran unas causas y principios comunes, pero en ese caso lo que se conocería sería ya el conjunto de principios y causas de todo lo conocido ya que nada se reduciría a algo distinto.

En el capítulo anterior se dice que el conocimiento puede ser la sensación o la experiencia, que son el conocimiento de los hechos concretos y de hechos similares, tales como que un medicamento ha curado a determinadas personas, pero que eso no es el conocimiento de las causas pues se cree que es posible encontrar principios de los que poder extraer el conocimiento acerca de un conjunto universal definido por ser consecuencia de un principio general y no de una mera lista de hechos o de seres individuales unidos accidentalmente por nuestra experiencia. Si todos los hechos fueran individuales y concretos y no hubiera principios generales, todo el conocimiento se limitaría a la experiencia pues sería el recuento de esos hechos individuales. Pero, en la medida en que sea posible considerar que un conjunto de hechos son similares y consecuencias del mismo principio, hay un conocimiento superior al de la experiencia y que consiste en el conocimiento del principio general. Esto es la filosofía.

Pero se continúa afirmando que el filósofo conoce el conjunto de las cosas "sin tener la ciencia de cada una de ellas en particular". Es obvio que conocer el conjunto de los principios no equivale a conocer el conjunto de sus consecuencias, que sería infinito, ni podría decir algo así un empirista como Aristóteles, que cree que el ser que es substancia consiste en materia y forma, pues los principios permitirían conocer la forma, la estructura regular de los seres, pero no lo que depende de la materia, como que haya un árbol en vez de que haya dos o más de la misma especie, que es a lo que se refiere que el conocimiento sensible es de lo individual y no de lo universal, idéntico en todos los casos de los que se dice.

Se sigue caracterizando a la filosofía como "conocimiento de las cosas arduas, aquellas a las que no se llega sino venciendo graves dificultades" pues "conocer por los sentidos es una facultad común a todos" y el conocimiento de los principios y las causas no equivale al conocimiento por los sentidos, que es de lo individual, sino al conocimiento de lo general, que no es inmediato ni exento de dificultades y errores. Así, que Calias, o Sócrates, se curó es un hecho sensible e inequívoco, mientras que conocer que se curó por un medicamento y no por otra causa o espontáneamente por su propia salud o por la natural evolución de la enfermedad es más difícil pues todas esas causas llevan al mismo efecto y el conocimiento del solo efecto no puede llevar a una de ellas con preferencia a las otras.

A continuación se dice que el filósofo es el que tiene "nociones más rigurosas de las causas, y que mejor enseña estas nociones". Por lo tanto, la filosofía consiste en el conocimiento de un conjunto de principios y causas de manera rigurosa y racional, no en la mera constatación de que se dieron determinados hechos en el pasado o de que se dan en el momento presente, lo cual podría suceder sin ningún principio general que uniera esos hechos, sino en la demostración de que lo que podemos conocer por los sentidos es consecuencia deducida rigurosamente de esos principios. Es obvio que de principios mal definidos se puede deducir cualquier cosa si se hace sin rigor ya que el algún lugar o en otro de la deducción se estará violando alguno de los principios o de las reglas de la deducción. Y en ese caso no se llegará a ningún conocimiento cierto sino que se errará con frecuencia o se acertará al azar, que es lo contrario de lo que se decía en el primer capítulo sobre el arte y la ciencia. Por otra parte, el conocimiento de los principios se puede enseñar mientras que el de las habilidades sólo se puede transmitir si el que aprende adquiere los hábitos necesarios practicándolos y si tiene las condiciones para ello.

Pero, de las ciencias, "aquella que se busca por sí misma, sólo por el ansia de saber, es más filosófica que la que se estudia por sus resultados". Es evidente que el conocimiento de los principios y las causas tiene dos aspectos en cuanto que la deducción tiene dos extremos: los principios y las consecuencias. Una ciencia que se ocupa de obtener determinadas consecuencias es una ciencia práctica, como cuando la medicina trata de curar a Calias o a Sócrates; pero es teórica cuando trata de conocer los principios con cuyo conocimiento es posible curar a cualquier enfermo y no por azar sino con razonable certeza de acertar en la mayoría de los casos. Por lo tanto, también es evidente que si deseamos conseguir fines prácticos con la seguridad de acertar y no por casualidad necesitamos una ciencia de los principios, luego el conocimiento de los principios y de las causas siempre será necesario y deseable pues no es posible desear un fin práctico sin un conocimiento previo y verdadero de los principios de los que depende su realización.



Libro I

martes, 23 de marzo de 2010

Metafísica. Aristóteles. 1.1-6

No sin razón el primero que inventó un arte cualquiera, por encima de las nociones vulgares de los sentidos, fue admirado por los hombres, no sólo a causa de la utilidad de sus descubrimientos, sino a causa de su ciencia, y porque era superior a los demás. Las artes se multiplicaron, aplicándose las unas a las necesidades, las otras a los placeres de la vida; pero siempre los inventores de que se trata fueron mirados como superiores a los de todas las demás, porque su ciencia no tenía la utilidad por fin. Todas las artes de que hablamos estaban inventadas, cuando se descubrieron estas ciencias que no se aplican ni a los placeres ni a las necesidades de la vida. Nacieron primero en aquellos puntos donde los hombres gozaban de reposo. Las matemáticas fueron inventadas en Egipto, porque en este país se dejaba un gran solaz a la casta de los sacerdotes.

Hemos asentado en la Moral la diferencia que hay entre el arte, la ciencia y los demás conocimientos. Todo lo que sobre este punto nos proponemos decir ahora, es que la ciencia que se llama Filosofía es, según la idea que generalmente se tiene de ella, el estudio de las primeras causas y de los principios.

Por consiguiente, como acabamos de decir, el hombre de experiencia parece ser más sabio que el que sólo tiene conocimientos sensibles, cualesquiera que ellos sean; el hombre de arte lo es más que el hombre de experiencia; el operario es sobrepujado por el director del trabajo, y la especulación es superior a la práctica. Es, por tanto, evidente que la Filosofía es una ciencia que se ocupa de ciertas causas y de ciertos principios.

LIBRO I. Capítulo 1


Aristóteles y su filosofía son producto de su ingenio, de su empeño y de su época. Posiblemente, que Platón fuese de familia noble y que Aristóteles fuese hijo de un médico explica la manera diferente como vieron e investigaron el mundo. Del mismo modo, el que las ciencias de la época no fueran capaces de modificar la técnica en la misma medida que en la actualidad o que la inquietud por la búsqueda de leyes naturales, de regularidades y causas, fuese muy por delante de los métodos experimentales hasta separarse del camino de la experiencia, y el que tales actividades sólo estuvieran al alcance de personas con tiempo libre hacía que se viera la búsqueda de las causas como algo ajeno a la utilidad.

Esto tiene un doble aspecto pues es cierto que el criterio de la ciencia es el de la verdad, no el de la utilidad. Un conocimiento debe ser verdadero para poder ser útil y en muchas ocasiones no podemos ver la utilidad de un conocimiento hasta que muchos otros lo conectan con una técnica aplicable. Sin embargo, que las ciencias no se apliquen a las necesidades de la vida de forma inmediata no implica que estén aisladas de la experiencia y de las aplicación de sus hallazgos o que no tengan relación con ellos. Aristóteles señala que las matemáticas fueron inventadas en Egipto porque los sacerdotes gozaban de ocio. Esto se puede ver de dos maneras: una verdadera, pues los campesinos ocupados en la siembra, los cuidados y la cosecha no podían tener tiempo para razonar sobre el cálculo de áreas de sus campos ya que sólo alguien que no está obligado a trabajar puede dedicar tiempo a la teoría; pero la manera falsa es disociar las matemáticas de las actividades prácticas pues no fue la diversión de los sacerdotes sino la medición de los campos de cultivo lo que desarrolló esta ciencia en Egipto.

Por último, Aristóteles define la filosofía como la ciencia de ciertas causas y principios. Nuevamente tenemos un producto de la época, que separa la ciencia de los principios de la ciencia de los datos y las experiencias, como si ésta fuera una actividad menor subordinada a la mera contemplación de la teoría más abstracta. Es obvio que la ciencia busca las regularidades y las más generales de todas pues son las que explican las regularidades de más bajo nivel y los hechos que observamos. Sin embargo, sólo en ese aspecto es superior la teoría a la práctica: en que puede explicar lo que sucede, pues lo que puede y debe ser explicado no se deduce de una única teoría -por ser la única pensable- de forma independiente de lo que se conoce acerca de lo que hay en el mundo y de lo que sucede en él sino que describe el mundo y sus regularidades, que son las que una vez conocidas explican los hechos.

El propio Aristóteles realizó o dirigió investigaciones sobre muchos temas, desde la zoología a la política o la poesía, reuniendo datos y proponiendo explicaciones. Y fue de esa misma manera, no por las especulaciones de los filósofos, como progresó la ciencia en el Renacimiento, cuando las observaciones de los planetas o de los móviles llevaron a Galileo o Kepler a proponer las nuevas explicaciones de las leyes de la Física.



Libro I

lunes, 22 de marzo de 2010

Metafísica. Aristóteles. 1.1-5

En efecto, los hombres de experiencia saben bien que tal cosa existe, pero no saben por qué existe; los hombres de arte, por lo contrario, conocen el porqué y la causa. Y así afirmamos verdaderamente que los directores de obras, cualquiera que sea el trabajo de que se trate, tienen más derecho a nuestro respeto que los simples operarios; tienen más conocimiento y son más sabios, porque saben las causas de lo que se hace; mientras que los operarios se parecen a esos seres inanimados que obran, pero sin conciencia de su acción, como el fuego, por ejemplo, que quema sin saberlo. En los seres inanimados una naturaleza particular es la que produce cada una de estas acciones; en los operarios es el hábito. La superioridad de los jefes sobre los operarios no se debe a su habilidad práctica, sino al hecho de poseer la teoría y conocer las causas. Añádase a esto, que el carácter principal de la ciencia consiste en poder ser transmitida por la enseñanza. Y así, según la opinión común, el arte, más que la experiencia, es ciencia; porque los hombres de arte pueden enseñar, y los hombres de experiencia no. Por otra parte, ninguna de las acciones sensibles constituye a nuestros ojos el verdadero saber, bien que sean el fundamento del conocimiento de las cosas particulares; pero no nos dicen el porqué de nada; por ejemplo, nos hacen ver que el fuego es caliente, pero sólo que es caliente.

LIBRO I. Capítulo 1


Lo que conocemos del mundo puede consistir en hechos o en regularidades. Un hecho es la coincidencia de dos o más datos de modo que queda identificado como distinto de cualquier otro hecho que contenga diferentes datos. Así "esta nieve es blanca" es un hecho diferente de "esa nieve es blanca" en la medida en que las designamos así por la mayor o menor cercanía al sujeto que conoce. Una regularidad es la correspondencia sistemática de diferentes datos, tal que unos son función de otros como "la nieve es blanca" que significa que "toda nieve es blanca" o que "si algo es nieve, es blanca". Los hechos y las regularidades son, respectivamente, puntos y funciones en un espacio que tiene como base una serie de datos irreducibles unos a otros, al menos en términos subjetivos.

Pero el conocimiento de un hecho, o de una serie de hechos que no se reducen unos a otros, es experiencia, recuento y archivo de datos mientras que el conocimiento de una regularidad es lo que permite inferir y prever otros hechos a partir de los conocidos y de la regularidad. Por eso Aristóteles dice que el director de obras, el que conoce las causas, tiene más conocimientos que los operarios pues éstos son capaces de ejecutar tareas con habilidad como elevar los muros rectos, cosa que quizá no haría tan bien el arquitecto, pero no podrían construir edificios diferentes de los que ya hubieran construido aplicando las mismas reglas que aplicaron antes.

Sin embargo, el conocimiento de las causas es el de las regularidades, que se obtiene por experiencia. Podemos imaginar que si los operarios desean elevar más los muros que en ocasiones anteriores manteniendo el resto de proporciones y se les derrumban, pero prueban a hacerlos más anchos y con cimientos más profundos y consiguen hacerlos altos y estables, deducirán una regla general tal como que "los muros altos necesitan ser más anchos y estar mejor cimentados". Pues son reglas como éstas las que conoce el arquitecto y fue de ese modo como se fueron edificando los grandes edificios romanos o las grandes catedrales medievales, mediante pruebas de diferentes soluciones, descartando los errores.

El conocimiento de regularidades físicas, como las que usa el arquitecto o el ingeniero no es diferente en esencia del de que una pared más alta necesita ser más ancha sino que el conocimiento de la resistencia de materiales es una generalización de nivel superior, que abarque todo tipo de materiales y estructuras.

Aristóteles señala aún dos cosas más, relacionadas con la anterior. Una, que el conocimiento sensible es de hechos individuales y que por tanto no es equivalente a una regularidad. Sentimos que este fuego es caliente pero eso no es una regularidad del tipo que "todo fuego es caliente" ya que lo que percibimos de manera diferente, la luz, el calor, el humo, puede aparecer combinado de forma diferente a no ser que exista una regularidad en las cosas y que la conozcamos. Por ejemplo, cualquiera creería que el agua hirviendo está muy caliente, pero a mayor altitud y menor presión atmosférica el agua entra en ebullición a menor temperatura. La segunda, que sólo el conocimiento de regularidades puede ser enseñado ya que sólo podemos enseñar por descripciones lo que se expresa como una regularidad. Sin embargo, la habilidad no es un conocimiento sino un hábito que sólo se adquiere con la práctica, tal como aprender a tocar el violín no consiste en saber que tiene cuatro cuerdas afinadas a intervalos sino en saber dónde colocar y cómo mover los dedos y el arco para que resulte una melodía afinada.

La afirmación de que los conocimientos sensibles son de hechos individuales y no de regularidades hace de Aristóteles un empirista en el mismo sentido en que lo es Hume cuando dice que ver salir el Sol no es equivalente a conocer que todos los días va a salir de la misma manera.



Libro I

domingo, 21 de marzo de 2010

Metafísica. Aristóteles. 1.1-4

En la práctica la experiencia no parece diferir del arte, y se observa que hasta los mismos que sólo tienen experiencia consiguen mejor su objeto que los que poseen la teoría sin la experiencia. Esto consiste en que la experiencia es el conocimiento de las cosas particulares, y el arte, por lo contrario, el de lo general. Ahora bien, todos los actos, todos los hechos se dan en lo particular. Porque no es al hombre al que cura el médico, sino accidentalmente, y sí a Calias o Sócrates o a cualquier otro individuo que resulte pertenecer al género humano. Luego si alguno posee la teoría sin la experiencia, y conociendo lo general ignora lo particular en él contenido, errará muchas veces en el tratamiento de la enfermedad. En efecto, a lo que se trata de curar es al individuo. Sin embargo, el conocimiento y la inteligencia, según la opinión común, son más bien patrimonio del arte que de la experiencia, y los hombres de arte pasan por ser más sabios que los hombres de experiencia, porque la sabiduría está en todos los hombres en razón de su saber. El motivo de esto es que los unos conocen la causa, y los otros la ignoran.

LIBRO I. Capítulo 1


El saber, la ciencia, nota Aristóteles, consiste en conocer las causas de lo que sucede, no meramente en saber que algo sucede. Su filosofía comienza por lo que conocemos por los sentidos y se dirige hacia el conocimiento de lo universal, pero de lo universal que existe en el individuo, pues es al individuo concreto al que conocemos y sobre el que podemos actuar ya que no conocemos un universal ni actuamos sobre un universal. Una persona que pretende curar a Sócrates no sólo debe saber que tal remedio es conveniente para tal enfermedad sino que esa enfermedad es la que Sócrates padece y que el remedio no le resulta inservible o perjudicial a Sócrates como individuo.

Sin embargo, el conocimiento de unos casos particulares no permite conocer otros casos que no sean idénticos a los primeros. Si alguien ha conseguido bajar una fiebre con un medicamento pero no sabe otra cosa más que este hecho sucedió así, se podrá encontrar con una infección que no pueda tratar sólo con bajar la fiebre. Lo que observamos a simple vista no está claramente definido y no permite distinguir entre casos que resultan similares en el aspecto que podemos ver. Dos infecciones pueden parecer similares y deberse a agentes infecciosos diferentes, o dos dolores parecernos similares y tener causas diversas, y no podrán ser curados por una persona que sólo conozca que en unos casos tal fiebre o tal dolor se curaron de tal manera concreta.

Aunque se ha tenido a Aristóteles por un filósofo especulativo y el título de su libro Metafísica ha venido a significar la filosofía hueca por excelencia, ocupada en problemas sin solución y sin aplicación, me parece que se trata de una visión distorsionada y que podemos encontrar en este filósofo a un científico que busca explicaciones generales de los hechos particulares, como cualquier científico actual, sólo con las limitaciones de su época y con un modelo de explicación muy influido por los hechos biológicos y que resulta inadecuado para extrapolarlo a la realidad física más básica.

Parménides responde a los anteriores filósofos aludiendo a que todo lo que explica los fenómenos debe tener una realidad constante y verdadera, distinta de la mera opinión provisional y personal. Por eso ejemplifica al Ser, a todo lo que es constante y sustantivo frente a la variedad de los fenómenos, como una esfera, que tiene el mismo aspecto vista desde cualquier punto, mientras que otras figuras geométricas son vistas de acuerdo con la perspectiva que tengamos de ellas. Heráclito le responde que, si todo es Ser constante, no hay cambio y Platón trata de responder a Heráclito diciendo que lo constante del Ser son las formas, las estructuras, pero no los seres individuales; sólo que estas formas son universales separados de los seres individuales. La respuesta de Aristóteles a Platón y a los problemas anteriores consiste en que lo universal es algo presente en la estructura de lo individual, o no es explicación de nada.

Podemos reírnos al leer la terminología de los filósofos, como el agua, el fuego, el ser esférico inmutable, las Ideas o la entelequia, pero sería, a mi juicio, por ignorancia de quien no conoce las claves del lenguaje de ideas que manejaban. Hoy la ciencia trata de estructuras matemáticas que existen en los fenómenos como la función en cada uno de sus puntos, como la ley física en cada hecho natural y cada ser observable, y trata de responder con otro lenguaje y otros procedimientos más cercanos a la experimentación a los mismos desafíos de la realidad y de nuestra capacidad de comprensión y de expresión.



Libro I

sábado, 20 de marzo de 2010

Metafísica. Aristóteles. 1.1-3

Mientras que los demás animales viven reducidos a las impresiones sensibles o a los recuerdos, y apenas se elevan a la experiencia, el género humano tiene, para conducirse, el arte y el razonamiento. En los hombres la experiencia proviene de la memoria. En efecto, muchos recuerdos de una misma cosa constituyen una experiencia. Pero la experiencia al parecer se asimila casi a la ciencia y al arte. Por la experiencia, progresan la ciencia y el arte en el hombre. La experiencia, dice Polus, y con razón, ha creado el arte; la inexperiencia marcha a la aventura. El arte comienza, cuando de un gran número de nociones suministradas por la experiencia, se forma una sola concepción general que se aplica a todos los casos semejantes. Saber que tal remedio ha curado a Calias atacado de tal enfermedad, que ha producido el mismo efecto en Sócrates y en muchos otros tomados individualmente, constituye la experiencia; pero saber, que tal remedio ha curado toda clase de enfermos atacados de cierta enfermedad; los flemáticos, por ejemplo, los biliosos o los calenturientos, es arte.

LIBRO I. Capítulo 1


Los niveles y etapas del conocimiento son expuestos aquí del siguiente modo: impresiones sensibles sin recuerdo, según el párrafo anterior; impresiones sensibles con recuerdo, que participan algo de la experiencia; impresiones sensibles con recuerdo y experiencia como recuerdos de una misma cosa; y todo lo anterior que genera una noción universal, válida no sólo como recuento de casos similares en un aspecto sino como correlación en al menos dos aspectos observados, que es el arte. Por encima quedaría la ciencia.

La clasificación es útil pues distingue las partes estructurales del conocimiento. En primer lugar, los meros datos observados, como que alguien estaba enfermo, que tomó tal remedio y que se curó, pero sin constatar relación ninguna entre esas tres cosas pues eso equivaldría a haber aislado primero esos datos del resto como que se llamara Calias, Sócrates, que fuera ateniense, joven o anciano y haber relacionado tomar algo estando enfermo con curarse de su enfermedad.

En segundo lugar, la correlación anotada como experiencia de que determinados individuos afectados de tal enfermedad se curaron tras tomar tal remedio. La experiencia consiste para Aristóteles en un recuento de casos similares: enfermos que se curaron, pero sin conocimiento de qué les diferenciaba de los que no se curaron, que sería lo propio del arte.

Aristóteles señala, además, un rasgo fundamental del conocimiento: el conocer y actuar de forma sistemática, frente al azar de la inexperiencia. Si algo ocurre al azar para el que no está experimentado, el que lo está es capaz de seleccionar los medios necesarios para llegar a un fin buscado sin dispersar los intentos en todos los sentidos en que son posibles. Con un ejemplo que Aristóteles pondrá en el Libro II, Capítulo 1 "¿quién no clava la flecha en una puerta?", pues se entiende que disparándola contra un objeto ancho es fácil acertar. Pero la experiencia y el arte no se limitan a lo fácil o a lo que ocurre al azar sino que pueden conseguir lo que no ocurre de forma casual sino que es difícil de conseguir para los que carecen de experiencia y arte.

Por otra parte, afirma la continuidad de experiencia y arte pues "la experiencia ha creado el arte" al formarse "una concepción general que se aplica a todos los casos semejantes" a partir de "un gran número de nociones suministradas por la experiencia". El cómo surge esa noción universal debe quedar para otra ocasión, pero es relevante hacer notar que Aristóteles afirma que lo hace a partir de muchas observaciones experimentales pues son éstas la ocasión al menos para que pueda surgir la noción universal. Las filosofías neoplatónicas y las teologías y filosofías medievales que tomaron conceptos y lenguaje aristotélicos olvidaron hacer muchas observaciones experimentales, descuidaron su importancia o creyeron que bastaba lo dicho por Aristóteles y los antiguos como si hubieran hecho ya todas las observaciones experimentales necesarias y suficientes para que otros filosofaran sobre ellas sin observar nada directamente.

Una persona de experiencia puede saber algo concreto, como que "tal remedio ha curado a Calias atacado de tal enfermedad, que ha producido el mismo efecto en Sócrates y en muchos otros tomados individualmente" sin conocer nada más. Sabe que tal remedio ha curado a unos individuos en una serie de casos pero no podría decir nada general como que todos los afectados de esa enfermedad van a resultar curados, pues se puede dar el caso de que esos individuos sanaran y otros no sanen con el mismo remedio. Es muy corriente que una persona recomiende a otra un medicamento con el que se curó pensando que la enfermedad que tiene es la misma que tuvo y que no hay ningún otro factor importante, como que tal medicamento no sea indicado para esa persona. Esa experiencia de unos casos no es capaz de curar de forma sistemática sino que puede no curar o llegar a perjudicar.



Libro I

viernes, 19 de marzo de 2010

Metafísica. Aristóteles. 1.1-2

Los animales reciben de la naturaleza la facultad de conocer por los sentidos. Pero este conocimiento en unos no produce la memoria; al paso que en otros la produce. Y así los primeros son simplemente inteligentes; y los otros son más capaces de aprender que los que no tienen la facultad de acordarse. La inteligencia, sin la capacidad de aprender, es patrimonio de los que no tienen la facultad de percibir los sonidos, por ejemplo, la abeja y los demás animales que puedan hallarse en el mismo caso. La capacidad de aprender se encuentra en todos aquellos que reúnen a la memoria el sentido del oído.

LIBRO I. Capítulo 1


Aristóteles era hijo de un médico y es verosímil que su interés por la biología y sus conocimientos e investigaciones en ese tema estuvieran relacionados con la profesión de su padre. Debió de ver disecciones de seres humanos y de animales y debió de comprender la importancia de la observación para el conocimiento. Posteriormente estudió en la Academia de Platón, de ahí que la filosofía aristotélica sea una de dos cosas: o un empirismo pasado por los conceptos de la filosofía platónica (que era un intento de respuesta a los interrogantes acerca de la naturaleza surgidos desde los presocráticos a los sofistas) o una interpretación empirista de los conceptos filosóficos de su maestro. Las versiones neoplatónica y medieval del pensamiento aristotélico pueden ser reinterpretaciones para el uso teológico de algo que se ciñe mucho más al mundo observable y que trata de explicarlo mediante un análisis que muestre sus componentes fundamentales.

Parece que la relación entre el sentido del oído y la memoria o la falta de oído de la abeja es algo que debió de formar parte de la cultura común de la época pues Aristóteles no pudo probarlo y lo da por sabido. Sin embargo, el aspecto empirista consiste en la afirmación de que la sensación y la memoria son lo que genera conocimiento que pueda servir para ser prudente. Ahora bien, el párrafo tal como aparece traducido es todo menos claro. Al principio afirma que los animales tienen sensación pero que en unos engendra memoria y en otros no, y que los que tienen memoria son aptos para aprender y son más prudentes. Pero al final afirma que los más prudentes y que pueden aprender son los que además de memoria tienen sentido del oído.

El oído es un sentido que necesitaría de la memoria para generar aprendizaje, según la primera afirmación; pero al final se dice que es la memoria la que precisa del oído para generar aprendizaje. Se entiende, además, que para aprender no es suficiente la memoria sino que es necesario el sentido del oído, y que los que carecen del oído pueden tener memoria y ser incapaces de aprender.

Una interpretación especulativa sería la de que se cree que oímos algo que se percibe sobre tiempos distintos mientras que se puede ver en un solo momento. El oído requeriría una memoria capaz de unir percepciones distintas mientras que la vista sería posible sin memoria. Así, para aprender sería necesaria la facultad que permite oír: la memoria de lo que cambia en el tiempo.





Libro I

jueves, 18 de marzo de 2010

Metafísica. Aristóteles. 1.1-1

Todos los hombres tienen naturalmente el deseo de saber. El placer que nos causan las percepciones de nuestros sentidos son una prueba de esta verdad. Nos agradan por sí mismas, independientemente de su utilidad, sobre todo las de la vista. En efecto, no sólo cuando tenemos intención de obrar, sino hasta cuando ningún objeto práctico nos proponemos, preferimos, por decirlo así, el conocimiento visible a todos los demás conocimientos que nos dan los demás sentidos. Y la razón es que la vista, mejor que los otros sentidos, nos da a conocer los objetos, y nos descubre entre ellos gran número de diferencias.

LIBRO I. Capítulo 1


Puede parecer una paradoja la afirmación de Aristóteles que abre su libro de la Metafísica, la ciencia de los primeros principios, pues la mayor parte de los hombres se conforma con saber lo imprescindible ya que lo que se aleja de lo necesario para obrar o de lo que proporciona un placer sensible inmediato obliga a distraerse de lo práctico o de lo placentero y exige un esfuerzo que no se realiza sin un motivo juzgado como tanto menos valioso cuanto menos inmediato a un resultado o a un placer.

El "placer que nos causan las percepciones" es manifiesto. Nos agrada ver y lamentamos perder la vista o quedar en la oscuridad pues, en general, nos agrada usar nuestras facultades. Es fácil entender que ese placer es una condición para nuestra vida, del mismo modo que la alegría de vivir es imprescindible para seguir viviendo pues lo contrario es la negación de uno mismo y de sus facultades. Si lo entendemos desde el punto de vista de la evolución, el placer es un estímulo en forma de premio para realizar determinado comportamiento. Un animal no come con una finalidad pensada y meditada de alimentarse sino porque está programado para que determinados objetos o actos vayan acompañados de un placer que haga que los busque o los repita. Tampoco los seres humanos comemos con la mente puesta en nuestra supervivencia, incluso siendo conscientes de ese aspecto, sino por el placer de la comida y el sufrimiento del hambre o del apetito por comer, que va aumentando con las horas. Y así buscamos unas cosas y evitamos otras, y buscamos nuestra salud, comodidad y relación social por los placeres que las acompañan frente a las molestias que produce carecer de ellas, no obviamente porque seamos conscientes en todo momento de un fin ni porque ese fin sea algo valioso por sí mismo en ausencia de los placeres y molestias con los que se relaciona.

El placer es también, desde ese punto de vista, algo práctico pues impulsa y ayuda a vivir y a escoger las actividades y los objetos por su conveniencia para la vida. Esa es la importancia natural de las sensaciones placenteras pues nos complacemos en aquello que es más necesario y útil para la vida. La vista, como dice Aristóteles, es el sentido que más información nos da y por tanto el que más disfrutamos tener y lamentamos perder. El "gran número de diferencias" que nos muestra son la información que nos resulta útil para vivir pues parecemos adaptados a reconocer el entorno más por la vista y mucho menos por el olfato, el oído o el tacto que otros animales. Podemos aceptar que, si bien el placer es el fin subjetivo que hace que un ser humano desee conocer con sus sentidos, la función biológica que explica la existencia del placer es la de ser el fin de una elección inmediata y que orienta el comportamiento hacia la supervivencia.






Metafísica. Versión de Patricio de Azcárate




Metafísica. (griego)




Metaphysics By Aristotle. Translated by W. D. Ross





Libro I








Libro II




Libro III