miércoles, 24 de marzo de 2010

Metafísica. Aristóteles. 1.2-1

Puesto que esta ciencia es el objeto de nuestras indagaciones, examinemos de qué causas y de qué principios se ocupa la filosofía como ciencia; cuestión que se aclarará mucho mejor si se examinan las diversas ideas que nos formamos del filósofo. Por de pronto concebimos al filósofo principalmente como conocedor del conjunto de las cosas, en cuanto es posible, pero sin tener la ciencia de cada una de ellas en particular. En seguida, el que puede llegar al conocimiento de las cosas arduas, aquellas a las que no se llega sino venciendo graves dificultades, ¿no le llamaremos filósofo? En efecto, conocer por los sentidos es una facultad común a todos, y un conocimiento que se adquiere sin esfuerzos no tiene nada de filosófico. Por último, el que tiene las nociones más rigurosas de las causas, y que mejor enseña estas nociones, es más filósofo que todos los demás en todas las ciencias. Y entre las ciencias, aquella que se busca por sí misma, sólo por el ansia de saber, es más filosófica que la que se estudia por sus resultados; así como la que domina a las demás es más filosófica que la que está subordinada a cualquiera otra. No, el filósofo no debe recibir leyes, y sí darlas; ni es preciso que obedezca a otro, sino que debe obedecerle el que sea menos filósofo.

Tales son, en suma, los modos que tenemos de concebir la filosofía y los filósofos. Ahora bien; el filósofo, que posee perfectamente la ciencia de lo general, tiene por necesidad la ciencia de todas las cosas, porque un hombre de tales circunstancias sabe en cierta manera todo lo que se encuentra comprendido bajo lo general. Pero puede decirse también, que es muy difícil al hombre llegar a los conocimientos más generales; como que las cosas que son objeto de ellos están mucho más lejos del alcance de los sentidos.

Entre todas las ciencias, son las más rigurosas las que son más ciencias de principios; las que recaen sobre un pequeño número de principios son más rigurosas que aquellas cuyo objeto es múltiple; la aritmética, por ejemplo, es más rigurosa que la geometría. La ciencia que estudia las causas es la que puede enseñar mejor; porque los que explican las causas de cada cosa son los que verdaderamente enseñan. Por último, conocer y saber con el solo objeto de saber y conocer, tal es por excelencia el carácter de la ciencia de lo más científico que existe. El que quiera estudiar una ciencia por sí misma, escogerá entre todas la que sea más ciencia, puesto que esta ciencia es la ciencia de lo que hay de más científico. Lo más científico que existe lo constituyen los principios y las causas. Por su medio conocemos las demás cosas, y no conocemos aquéllos por las demás cosas. Porque la ciencia soberana, la ciencia superior a toda ciencia subordinada, es aquella que conoce el por qué debe hacerse cada cosa. Y este por qué es el bien de cada ser, que, tomado en general, es lo mejor en todo el conjunto de los seres.

LIBRO I. Capítulo 2


Se comienza asumiendo lo visto al final del capítulo anterior de que la filosofía trata de ciertas causas y principios y, para decir cuáles son, se analiza el concepto común de filósofo, que es el de aquel que practica la filosofía y trata de conocer esos principios y causas. Y, analizado el concepto, tendremos lo que caracteriza a la actividad que practica aquel al que se le atribuye tal concepto.

Si se dice que el filósofo es "conocedor del conjunto de las cosas, en cuanto es posible", la filosofía consistirá en el conocimiento posible de los principios y causas del conjunto de las cosas. Se asume, por lo tanto, que el conjunto de las cosas tiene un conjunto de principios y causas comunes o, más específicamente, que el conocimiento más perfecto de todas las cosas consiste en el conocimiento de sus principios y causas comunes. Es evidente que si todas las cosas fueran ajenas unas a otras y no tuvieran nada en común después de que fueran investigadas, sería imposible que se conocieran unas causas y principios comunes, pero en ese caso lo que se conocería sería ya el conjunto de principios y causas de todo lo conocido ya que nada se reduciría a algo distinto.

En el capítulo anterior se dice que el conocimiento puede ser la sensación o la experiencia, que son el conocimiento de los hechos concretos y de hechos similares, tales como que un medicamento ha curado a determinadas personas, pero que eso no es el conocimiento de las causas pues se cree que es posible encontrar principios de los que poder extraer el conocimiento acerca de un conjunto universal definido por ser consecuencia de un principio general y no de una mera lista de hechos o de seres individuales unidos accidentalmente por nuestra experiencia. Si todos los hechos fueran individuales y concretos y no hubiera principios generales, todo el conocimiento se limitaría a la experiencia pues sería el recuento de esos hechos individuales. Pero, en la medida en que sea posible considerar que un conjunto de hechos son similares y consecuencias del mismo principio, hay un conocimiento superior al de la experiencia y que consiste en el conocimiento del principio general. Esto es la filosofía.

Pero se continúa afirmando que el filósofo conoce el conjunto de las cosas "sin tener la ciencia de cada una de ellas en particular". Es obvio que conocer el conjunto de los principios no equivale a conocer el conjunto de sus consecuencias, que sería infinito, ni podría decir algo así un empirista como Aristóteles, que cree que el ser que es substancia consiste en materia y forma, pues los principios permitirían conocer la forma, la estructura regular de los seres, pero no lo que depende de la materia, como que haya un árbol en vez de que haya dos o más de la misma especie, que es a lo que se refiere que el conocimiento sensible es de lo individual y no de lo universal, idéntico en todos los casos de los que se dice.

Se sigue caracterizando a la filosofía como "conocimiento de las cosas arduas, aquellas a las que no se llega sino venciendo graves dificultades" pues "conocer por los sentidos es una facultad común a todos" y el conocimiento de los principios y las causas no equivale al conocimiento por los sentidos, que es de lo individual, sino al conocimiento de lo general, que no es inmediato ni exento de dificultades y errores. Así, que Calias, o Sócrates, se curó es un hecho sensible e inequívoco, mientras que conocer que se curó por un medicamento y no por otra causa o espontáneamente por su propia salud o por la natural evolución de la enfermedad es más difícil pues todas esas causas llevan al mismo efecto y el conocimiento del solo efecto no puede llevar a una de ellas con preferencia a las otras.

A continuación se dice que el filósofo es el que tiene "nociones más rigurosas de las causas, y que mejor enseña estas nociones". Por lo tanto, la filosofía consiste en el conocimiento de un conjunto de principios y causas de manera rigurosa y racional, no en la mera constatación de que se dieron determinados hechos en el pasado o de que se dan en el momento presente, lo cual podría suceder sin ningún principio general que uniera esos hechos, sino en la demostración de que lo que podemos conocer por los sentidos es consecuencia deducida rigurosamente de esos principios. Es obvio que de principios mal definidos se puede deducir cualquier cosa si se hace sin rigor ya que el algún lugar o en otro de la deducción se estará violando alguno de los principios o de las reglas de la deducción. Y en ese caso no se llegará a ningún conocimiento cierto sino que se errará con frecuencia o se acertará al azar, que es lo contrario de lo que se decía en el primer capítulo sobre el arte y la ciencia. Por otra parte, el conocimiento de los principios se puede enseñar mientras que el de las habilidades sólo se puede transmitir si el que aprende adquiere los hábitos necesarios practicándolos y si tiene las condiciones para ello.

Pero, de las ciencias, "aquella que se busca por sí misma, sólo por el ansia de saber, es más filosófica que la que se estudia por sus resultados". Es evidente que el conocimiento de los principios y las causas tiene dos aspectos en cuanto que la deducción tiene dos extremos: los principios y las consecuencias. Una ciencia que se ocupa de obtener determinadas consecuencias es una ciencia práctica, como cuando la medicina trata de curar a Calias o a Sócrates; pero es teórica cuando trata de conocer los principios con cuyo conocimiento es posible curar a cualquier enfermo y no por azar sino con razonable certeza de acertar en la mayoría de los casos. Por lo tanto, también es evidente que si deseamos conseguir fines prácticos con la seguridad de acertar y no por casualidad necesitamos una ciencia de los principios, luego el conocimiento de los principios y de las causas siempre será necesario y deseable pues no es posible desear un fin práctico sin un conocimiento previo y verdadero de los principios de los que depende su realización.



Libro I

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Plantilla para enlaces.

<A HREF="dirección">texto</A>