jueves, 18 de marzo de 2010

Metafísica. Aristóteles. 1.1-1

Todos los hombres tienen naturalmente el deseo de saber. El placer que nos causan las percepciones de nuestros sentidos son una prueba de esta verdad. Nos agradan por sí mismas, independientemente de su utilidad, sobre todo las de la vista. En efecto, no sólo cuando tenemos intención de obrar, sino hasta cuando ningún objeto práctico nos proponemos, preferimos, por decirlo así, el conocimiento visible a todos los demás conocimientos que nos dan los demás sentidos. Y la razón es que la vista, mejor que los otros sentidos, nos da a conocer los objetos, y nos descubre entre ellos gran número de diferencias.

LIBRO I. Capítulo 1


Puede parecer una paradoja la afirmación de Aristóteles que abre su libro de la Metafísica, la ciencia de los primeros principios, pues la mayor parte de los hombres se conforma con saber lo imprescindible ya que lo que se aleja de lo necesario para obrar o de lo que proporciona un placer sensible inmediato obliga a distraerse de lo práctico o de lo placentero y exige un esfuerzo que no se realiza sin un motivo juzgado como tanto menos valioso cuanto menos inmediato a un resultado o a un placer.

El "placer que nos causan las percepciones" es manifiesto. Nos agrada ver y lamentamos perder la vista o quedar en la oscuridad pues, en general, nos agrada usar nuestras facultades. Es fácil entender que ese placer es una condición para nuestra vida, del mismo modo que la alegría de vivir es imprescindible para seguir viviendo pues lo contrario es la negación de uno mismo y de sus facultades. Si lo entendemos desde el punto de vista de la evolución, el placer es un estímulo en forma de premio para realizar determinado comportamiento. Un animal no come con una finalidad pensada y meditada de alimentarse sino porque está programado para que determinados objetos o actos vayan acompañados de un placer que haga que los busque o los repita. Tampoco los seres humanos comemos con la mente puesta en nuestra supervivencia, incluso siendo conscientes de ese aspecto, sino por el placer de la comida y el sufrimiento del hambre o del apetito por comer, que va aumentando con las horas. Y así buscamos unas cosas y evitamos otras, y buscamos nuestra salud, comodidad y relación social por los placeres que las acompañan frente a las molestias que produce carecer de ellas, no obviamente porque seamos conscientes en todo momento de un fin ni porque ese fin sea algo valioso por sí mismo en ausencia de los placeres y molestias con los que se relaciona.

El placer es también, desde ese punto de vista, algo práctico pues impulsa y ayuda a vivir y a escoger las actividades y los objetos por su conveniencia para la vida. Esa es la importancia natural de las sensaciones placenteras pues nos complacemos en aquello que es más necesario y útil para la vida. La vista, como dice Aristóteles, es el sentido que más información nos da y por tanto el que más disfrutamos tener y lamentamos perder. El "gran número de diferencias" que nos muestra son la información que nos resulta útil para vivir pues parecemos adaptados a reconocer el entorno más por la vista y mucho menos por el olfato, el oído o el tacto que otros animales. Podemos aceptar que, si bien el placer es el fin subjetivo que hace que un ser humano desee conocer con sus sentidos, la función biológica que explica la existencia del placer es la de ser el fin de una elección inmediata y que orienta el comportamiento hacia la supervivencia.






Metafísica. Versión de Patricio de Azcárate




Metafísica. (griego)




Metaphysics By Aristotle. Translated by W. D. Ross





Libro I








Libro II




Libro III

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Plantilla para enlaces.

<A HREF="dirección">texto</A>